La Asociación colabora con un proyecto en el Congo
La Association P. Marie-Joseph Le Guillou, en su reunión del 28 de marzo de 2019, ha decidido sostener un proyecto en Makotimpoko (República Democrática del Congo), concediendo una ayuda para la adquisición de 15 redes de pesca.
Pocos días antes de las elecciones del pasado diciembre en la República Democrática del Congo, surgió el caos: una masacre dejó al menos 535 personas muertas en 48 horas y provocó la huida de 30.000 personas de la ciudad y las aldeas vecinas de Bongende y Nkolo.
Unas 12.000 personas que se refugiaron en las islas de los ríos permanecen desplazadas en los territorios de Yumbi y Lukolela. Otros 16.000 cruzaron el río hacia el vecino Congo-Brazzaville y ahora viven como refugiados, principalmente en los distritos de Makotimpoko y Gamboma.
Más de dos meses después, la mayoría de las personas dicen que todavía tienen miedo de volver a casa. Los servicios de albergue, alimentos y salud mental para sobrevivientes traumatizados tienen una demanda urgente. La asistencia ha sido hasta ahora mínima.
Las necesidades de los refugiados y de aquellos que les acogen en Makotimpoko son muy grandes (medicamentos, productos de higiene, gastos de escolarización de los niños…). Por ello, los sacerdotes Jicker (párroco de Makotimpoko) y Nestor Longota (refugiado) organizan una campaña de ayuda y se encargan de la distribución.
Los Banunu son una comunidad que vive, fundamentalmente, de la pesca. Con los ataques sufridos perdieron todos sus utensilios. Es por ello que, para recuperarse, retomar su actividad pesquera es esencial.
La necesidad urgente de los refugiados y quienes les acogen nos fue transmitida el 4 de abril de 2019 por el sacerdote de Makotimpoko:
- Potabilizar agua para 20.000 personas
- Proporcionar atención médica
- El estado de desnutrición de muchos niños
En efecto, podemos participar en esta acción de ayuda urgente a estos 16.000 refugiados y 4.000 habitantes que los acogen, enviando una donación no deducible a:
ASSOCIATION TEAM
COMMISSION SOLIDARITE YUMBI-MAKOTIPOKO
Banque Populaire du Val de France
IBAN FR 76 1870 7000 7030 6211 3324 590
BIC CCBPFRPPVER
Con esta iniciativa, la Association quiere honrar la memoria del p. Le Guillou quien, durante los años del Concilio Vaticano II, colaboró a la difusión de la enseñanza conciliar en África. A este respecto ofrecemos a los lectores las notas que escribió en el aeropuerto de Douala y que recogió en «El rostro del Resucitado».
Marie-Joseph Le Guillou: El Rostro del Resucitado
«El 6 de julio de 1966, por la tarde, tomaba en el aeropuerto de Le Bourget el vuelo a Yaoundé vía Douala: por segunda vez, tenía que trabajar con el R.P. Martelet, s.j., en dos sesiones de diez días cada una, para introducir a sacerdotes, religiosos y religiosas en la profundidad de las exigencias eclesiales del Vaticano II. Después de haber escogido el año anterior el tema de la constitución sobre la Iglesia, habíamos decidido, por consejo de Mons. Zoa, tratar, ese año, la Revelación. En el momento de mi partida, este libro estaba sustancialmente compuesto. Mi intención era, una vez de vuelta a París, dedicarle un mes a su redacción definitiva.
Pero, mira por dónde, en el aeropuerto de Douala donde esperaba el vuelo de enlace a Yaoundé, una máscara me evocó de manera irresistible el rostro de Cristo. En París había tenido una sensación parecida ante una cara de ébano tallada, por un cristiano negro, de una extraordinaria nobleza y trascendente serenidad. Sin embargo, esta vez, el encuentro fue más decisivo, me llegó a lo más hondo del corazón e inmediatamente escribí aquello me venía a la cabeza en esos momentos y que transcribo en toda su sencillez.
Aquí estoy, en la terraza del aeropuerto de Douala. Son la 6h30. Las palmeras van dibujándose, sobre diferentes planos, a la luz del sol naciente. Dentro de un rato estaré en Yaoundé.
No sé por qué, esta mañana, esa máscara me ha expresado de forma resumida todo el misterio de Cristo:
Su Rostro.
“Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4,10).
Si los hombres pudieran saber cual es ese rostro que está en lo más hondo de nosotros, que nos edifica y que nos conforma a él, reproduciríamos sus rasgos.
Ese rostro es también el corazón que es interioridad. El rostro desvela el corazón. El rostro es la revelación del corazón.
¡Y siempre su rostro!
El rostro se impone por su presencia: presenta a la vez el exterior –da la cara– y el interior –entrega el corazón–; la faz refleja el corazón. ¡Qué misterio es en el fondo la faz!
“Si conocieras…”
El misterio de su Faz es también el de su aparente ausencia: para que descubramos en nuestros corazones una mayor presencia de su rostro.
Nuestro rostro… ¡Rostro de la gracia de Dios!
En el fondo, se trata de reconocer su rostro en todas las cosas. Y nuestra vida va de gloria en gloria, de un rostro ya conformado con el de Cristo a un rostro aún mejor configurado. Y es la unidad porque es el mismo rostro.
La Encarnación es el rostro revelado por el corazón, el Espíritu.
Tenía que venir como lo hizo. En el fondo, la Revelación es esto y nada más. Y durante las tres semanas de reuniones, seremos prisioneros de este Rostro.
Este rostro supone alejarse de las cosas del mundo, como el amor. El mundo es necesario pero el amor no se revela en el rostro si no es visto con los ojos del corazón.¡Es curioso! Ya entiendo el dicho: la cara es el espejo del alma, del corazón, y los ojos contemplan con amor el rostro para encontrar el corazón.
¡Qué maravillas ha hecho el Señor! ¡Todo es maravilloso siempre y cuando estemos en su corazón!
Éste es el sentido de la devoción al corazón de Cristo y éste también es el sentido de la presencia de María.
¡El corazón, el rostro! ¡Por el Señor estamos en el corazón de la Iglesia! Estamos en el corazón de Cristo para manifestar su rostro.
Habría que repasar en la Biblia todos los textos en los que se habla de la faz:
El Génesis: Mirada creadora de Dios. Al verlo Dios creó el mundo en su bondad (Gn 1,31): “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien.” ¿No es él también “el Viviente que me ve” (Gn 16,14; 24,62; 25,11)?
Abraham: “Caminar ante su Faz”[1].
La vida del hombre es ver a Dios y vivir en su presencia (Gn 17,1).
¡Esta incomparable presencia es la que evoca el maravilloso icono de Rublev!
Para Abraham ¿Dios no es aquel que lo miró con misericordia en la montaña de la liberación: Moriah, del hebreo Môriyyâh, es decir “Yahweh ve (lo ha hecho ver; provee)” (Gn 22,8 y 14)?
Moisés: “Déjame ver, por favor, tu gloria” (Ex 33,18).
Isaías: “Con sus propios ojos ven el retorno de Yahvé a Sión” (Is 52,8).
Ezequiel: Envuelta en un fuego que producía un resplandor cegador, “una figura de apariencia humana” (Ez 1,26).
Salmos: “Hartura de goces, delante de tu rostro” (Sal 16,11).
“Su rostro haga brillar sobre nosotros” (Sal 67,2).
“¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro! Yahvé” (Sal 4,7).
El Dios de la gloria es el Dios de la faz (Ex 33,18 y 20), aquel que está aquí envolviendo el mundo con su presencia, revelando su corazón –que es sabiduría infinita– en el amor.
Sonrío al pensar que son unas extrañas reflexiones de aeropuerto delante de una taza de café vacía…
Las palmeras, a lo lejos, sobre varios planos, emergen de la bruma como en las estampas japonesas.
La creación es bella pero no es nada comparado con su rostro.
¡La faz! Es el Cantar de los Cantares. ¡La faz y el corazón!
¡Alegría del Señor! Es la alegría de su faz, y la cruz, es su aparente ausencia donde se manifiesta más que nunca su Faz.
¡Los ojos, la luz! Es también el misterio de su faz.
El sol está ya más alto en el cielo, los rayos iluminan la terraza. La creación evoca la faz y está aquí para revelarnos su faz. Este mundo es un mundo de infinita sabiduría. ¿Por qué tanta maldad para que el hombre se de cuenta de ello?
La verdad es la verdad que la Faz del Señor obra en nosotros.
Es el Rostro –únicamente este Rostro– lo que nos tiene que preocupar.
Hablar de aquel que es el Rostro, nuestro rostro. Es el rostro que desde siempre María – con José– ha contemplado. Es el rostro que tenía de ser revelado por el rostro de su Madre y que no aparece en ese mundo más que gracias al rostro de su Madre.
El rostro de Dios necesitaba –para ser revelado– el rostro de María. Tenía que ser contemplado, ser reconocido por el rostro de ternura de su Madre: ¡Un rostro no existe más que en el amor que lo revela! El Señor no podía venir sin María, sin ella no habría Encarnación, no habría revelación del Rostro.
Durante estos días, seremos para esta Iglesia de Camerún el rostro que pone en contacto con el Rostro.
La Revelación es el Rostro de Cristo.
– Rostro y corazón, luz del rostro, interioridad del rostro, transparencia del rostro.
– Rostro y mirada.
– Rostro que abre un camino de libertad y de amor para nosotros.
– Rostro de sufrimiento, de agonía y de felicidad.
El rostro se expresa a través de:
la boca (los labios, los del amor, la palabra),
los ojos – la luz,
los oídos – la interioridad.
Pienso que no se puede hablar de la Palabra sin evocar el Rostro, ni de la palabra de Dios sin evocar la faz de Dios, sin evocar su mirada.
La Biblia –y más profundamente toda la Revelación–, está centrada en la faz de Dios, en Cristo rostro del Padre y en su rostro, hoy, que es la Iglesia.
El misterio de Cristo es su Rostro.
¡Esto sí que es concreto! Este rostro que es maravilloso y que es negro (y es admirable) –vuelvo a mirar la máscara que me ha hecho pensar en el Rostro de Cristo– tiene un significado absolutamente central:
El amor es un rostro
Felicidad.
– Rostro maravilloso de Cristo,
– Rostro doloroso y glorioso del Siervo que sufre,
– Rostro único,
– Rostro eternamente inclinado sobre el mundo para hacerle partícipe de su misterio,
– Rostro eternamente inclinado sobre la cuna de la humanidad,
– Rostro de felicidad eterna que se da en el Espíritu.
¡Que el Señor nos dé esos ojos iluminados del corazón que nos permitan contemplar el Rostro! ¡Que con su Palabra curemos los ojos de los enfermos para que vean las maravillas de Dios, el Rostro incomparable!
Esplendor del Rostro,
Contemplación del Rostro del Señor,
Necesidad de mostrar el Rostro del Resucitado.
Renovación que sólo este Rostro puede realizar.
Originalidad absoluta de este Rostro, Rostro de agonía y de paciencia, de gloria y de resplandor misericordioso.
¡Es el Señor!
Douala, 6h30 – 8h»
M.-J. Le Guillou, El Rostro del Resucitado. Grandeza profética, espiritual y doctrinal, pastoral y misionera del Concilio Vaticano II (Encuentro, Madrid 2012) 40-44.
[1] Ndt: en este caso hemos traducido literalmente la referencia bíblica recogida por Le Guillou porque en la versión de la Biblia de Jerusalén no aparece el término «faz» o «rostro» aunque sí aparece el término «presencia» del que habla poco después el autor: «Anda en mi presencia» (Gn 17,1).