Marie-Joseph Le Guillou O.P.

Formación y primeros años de docencia (1920-1952)
Marcel Le Guillou nace el 25 de diciembre de 1920 en Servel, Côtes-du-Nord (Francia). Sus primeros estudios los realiza con los dominicos. Tras ellos cursa Letras en La Sorbonne. Ingresa en la Orden de Predicadores en 1940, recibiendo Marie-Joseph como nombre de religión. El 2 de febrero de 1946 realiza la profesión solemne y el 20 de julio de 1947 es ordenado presbítero.
En el período comprendido entre 1941 y 1949 estudia en la Facultad dominica de Le Saulchoir, cuya formación es descrita por el mismo Le Guillou como profundamente tradicional y, al mismo tiempo, abierta al desarrollo de la historia y del mundo. Entre los protagonistas de esta escuela y maestros del joven religioso, podemos nombrar al P. Christophe Dumont, al P. Yves M.-J. Congar y al P. Marie-Dominique Chenu. Durante los años de la formación de nuestro autor se conjuga, en Le Saulchoir, el estudio de santo Tomás con la profundización de la tradición oriental y el diálogo ecuménico, al cual Le Guillou se siente llamado desde muy pronto. En 1949 termina la licencia en Teología con un trabajo sobre La Charité, forme des vertus.
Desde 1949 a 1952 enseña teología moral en Le Saulchoir. Su primera publicación es de 1950: Surnaturel. Cuenta con 30 años. Se trata de un comentario-recensión al controvertido libro del mismo título de Henri de Lubac. En el campo de la teología dogmática colabora en la enciclopedia Catholicisme dirigida por Jacquemet. Para ella escribe algunos artículos: Église, Dons du Saint-Esprit, Esprit-Saint, y Filioque. Las otras publicaciones de esta primera etapa se centran en el campo de la teología moral, su campo de docencia. Se trata de una serie de boletines sobre dicha materia publicados con el título de Bulletin de Théologie morale, del artículo La morale de Saint Thomas, y de algunas colaboraciones en obras colectivas: La béatitude, Charité fraternelle et unification de la vie chrétienne, y La charité, participation aux relations trinitaires.

El trabajo en el Centre d’Études Istina (1952-1962)
Una segunda época de la vida y del periplo teológico de nuestro autor se desarrolla en torno al Centre d’Études Istina. A dicho centro, cuyo director entonces era el P. Christophe Dumont, es destinado en 1952. Se trata de uno de los núcleos más vivos del ecumenismo católico, foco de pioneros en este campo desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta el Concilio Vaticano II. Con la incorporación a Istina inicia, de modo sistemático, su larga y fecunda tarea ecuménica.
Los primeros escritos en este contexto se centran directamente en la cuestión ecuménica. Desde 1952 a 1956, año en el que viajará a Grecia para profundizar en la tradición ortodoxa, Le Guillou nos ofrece, además de boletines bibliográficos y crónicas de jornadas ecuménicas, una serie de artículos que podemos calificar de carácter general. Algunos de ellos describen la situación del movimiento ecuménico o el trabajo del Consejo Ecuménico de las Iglesias; otros analizan distintas posiciones protestantes u ortodoxas en torno al diálogo ecuménico. Tres artículos, que llevan el mismo título (La vocation missionnaire de l’Église et la recherche de l’Unité), merecen una atención especial, ya que en ellos nuestro autor realiza su primer intento de reflexión teológica en perspectiva ecuménica sobre el misterio de la Iglesia.
A medida que Le Guillou profundiza en la problemática ecuménica, comprende que el núcleo del diálogo con las otras confesiones cristianas es el misterio de la Iglesia. Precisamente estudiando las cuestiones eclesiológicas constata las dificultades existentes respecto a las confesiones protestantes y la profunda unidad que liga el catolicismo con la ortodoxia.
Esta unidad con la tradición oriental, a cuyo conocimiento contribuyó la permanencia de ocho meses en Grecia durante el año académico 1956-1957, es uno de los ejes de la producción teológica de Le Guillou: la tradición oriental de la Iglesia está cada vez más presente en sus recensiones, crónicas y artículos. Los contactos con el mundo griego son frecuentes, favorecidos además por la enseñanza de la teología oriental en Le Saulchoir. Uno de los resultados principales de su trabajo en este campo es el libro L’esprit de l’Orthodoxie grecque et russe. Además de este volumen, considerado por sus recensores como una breve y adecuada introducción a la tradición oriental, y de los artículos, recensiones y crónicas ya citadas, la estancia de nuestro autor en Grecia le dio la posibilidad de conocer las corrientes de renovación de la tradición griega a partir del siglo XVIII. Fruto de ese estudio es una serie de artículos, publicada en 1960, cuyo título general es Aux sources des mouvements spirituels de l’Église orthodoxe de Grèce.
Entre la estancia en Grecia y la aparición de la mayoría de los trabajos que tienen sus raíces en dicho viaje transcurre un período de unos cuatro años. Es el tiempo dedicado por Le Guillou a la tesis doctoral. En efecto, en 1958 consigue el doctorado en Teología con un trabajo cuyo título es Mission et unité. Les exigences de la communion, una tesis en la que se une la investigación histórica sobre los orígenes, el desarrollo y las perspectivas del movimiento ecuménico a la reflexión propiamente teológica. Le Guillou comienza a publicar sus conclusiones en la revista Istina a partir de 1958. En 1960, publica el conjunto de su investigación en la famosa colección Unam Sanctam. La obra encuentra gran acogida por parte de la crítica especializada, consagrando a Le Guillou como uno de los teólogos católicos especialistas en ecumenismo. Otras obras de nuestro autor en este ámbito que merece la pena citar son: Dialogue Oecuménique, y las contribuciones en los volúmenes colectivos Le Christ et les Églises, Le Mystère d’Unité y Unité des chrétiens et conversion du monde.
El final de esta segunda etapa de su vida está marcado por la participación en la 3ª Asamblea del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Nueva Delhi, del 18 de noviembre al 6 de diciembre de 1961, en calidad de observador oficial. Le Guillou escribió a propósito de dicha Asamblea antes y después de su celebración. El trabajo de nuestro autor en campo ecuménico, por tanto, se afirma constantemente. Prueba de ello son las publicaciones sobre la tradición oriental, la teología ecuménica, y el ecumenismo en relación con el Concilio Vaticano II apenas convocado.

Del Concilio Vaticano II a la fundación del Instituto Superior de Estudios Ecuménicos
(1963-1967)
En 1963 Le Guillou publica, si se excluye la tesis doctoral, la primera de sus grandes obras: Le Christ et l’Église. Théologie du mystère. La aportación principal de este volumen consiste en la constatación de la presencia de la categoría de “misterio” en el pensamiento de santo Tomás, hasta el punto de perfilar la estructura de la Summa Theologiae en su verdadero equilibrio. En este marco la eclesiología tomista es presentada, a la luz de la reflexión sobre el misterio, con la plenitud de su sentido. Por último este estudio del misterio en la tradición católica pone de manifiesto algunas condiciones necesarias para una renovación de la teología.
Durante esos mismos años contribuye a la vastísima producción de literatura teológica, especialmente en el campo de la eclesiología, que pretende ofrecer la mayor cantidad posible de material para las reflexiones conciliares. En este contexto se sitúa el volumen L’Église en marche.
En 1963 es llamado por S. E. Mons. Rougé, obispo de Nîmes, como colaborador en los trabajos del Concilio Vaticano II, a partir de su segunda sesión. En el índice de las actas del Concilio encontramos dos referencias a nuestro autor. La primera de ellas es una cita del volumen L’Église en marche. La segunda, en cambio, se trata de una contribución sobre la problemática de los matrimonios mixtos.
Tenemos noticia de su trabajo en torno al esquema XVII y a propósito del frustrado anteproyecto de constitución sobre la moral. Fruto de los trabajos con algunos padres conciliares y teólogos, especialmente de la colaboración con S. E. Mons. Mercier, obispo del Sahara, es la obra Mission et pauvreté.
Apenas concluido el concilio, numerosos obispos le piden que escriba una síntesis del mismo. El resultado es Le Visage du Ressuscité, una especie de vademecum fundamental cuyo objeto es introducir en las líneas maestras del pensamiento conciliar, con la novedad que implican y con la continuidad que expresan respecto a toda la Tradición de la Iglesia. Rasgo principal de su presentación de los textos conciliares es la afirmación del carácter cristológico del Vaticano II.
En 1967 nace, en el seno del Institut Catholique de París, el Institut Supérieur d’Études oecuméniques, institución de la que será director hasta el año 1974. Durante esos años, en los que se empiezan a publicar las primeras traducciones de sus obras, nuestro autor colabora con la enciclopedia teológica Sacramentum Mundi, escribiendo las voces Eclesiología e Iglesia. Además prosigue su estudio de la tradición oriental y de las cuestiones ecuménicas, estas últimas relacionadas sobre todo con el tema de la misión.

La crisis del postconcilio y la respuesta de Le Guillou (1968-1979)
La primera respuesta que la crisis postconciliar reclama de nuestro autor está ligada a la necesidad de discernir el significado de los acontecimientos de mayo del 68. Para ello publica, en colaboración con Olivier Clément y Jean Bosc, Évangile et Révolution au coeur de notre crise spirituelle: la revolución no puede aportar ningún remedio, pese a las tesis que sostienen las “teologías de la violencia”, a las que Le Guillou critica radicalmente.
Tres años más tarde profundiza su visión sobre Jesucristo, a partir de la contemplación del Siervo sufriente, con la publicación de Celui qui vient d’ailleurs, l’Innocent, que constituye prácticamente una cristología bíblica. Su novedad consiste en el reconocimiento de que sólo es posible acceder a la originalidad de la Persona de Jesucristo a partir de su misma conciencia, transmitida fielmente hasta nosotros por el testimonio apostólico.
En el ámbito del Instituto Superior de Estudios Ecuménicos, Le Guillou continúa su tarea científica: cursos, dirección de tesis, participación en congresos, publicación de artículos y recensiones.
La crisis espiritual de los años setenta, la situación en que se encuentra el ecumenismo y, sobre todo, las responsabilidades que el padre Le Guillou recibe en algunas comisiones de la Curia Romana, determinan los nuevos centros de interés de nuestro autor. En el ámbito de la Comisión Teológica Internacional presenta las proposiciones sobre la unidad de la fe y el pluralismo teológico y, en calidad de presidente de la subcomisión sobre los ministerios en la Iglesia, el documento La apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica.
De gran importancia es el trabajo que desarrolla durante la Asamblea del Sínodo de los obispos de 1971, dedicada al tema del sacerdocio ministerial. En ella colabora como secretario especial adjunto. Es notorio que el texto sobre el sacerdocio elaborado por la Comisión se debió a Le Guillou (proemio y parte doctrinal) y a Medina (parte práctica). El trabajo desarrollado en aquella ocasión, en colaboración con Von Balthasar y con Medina, deja huellas en su salud.
Uno de los frutos de la Asamblea de 1971 fue la creación, en 1973, de la Comisión de estudio sobre el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, comisión en la que participó, entre otros, junto a Ignace de la Potterie y Edouard Hamel. Para esta comisión preparó nuestro autor varios informes, todos ellos inéditos.
La asamblea de 1971 fue la ocasión en la que más lúcidamente nuestro autor tomó conciencia de la crisis por la que pasaba la Iglesia tras el concilio. Una crisis que requería una respuesta inmediata que llegaría con la publicación de Le mystère du Père. El objeto de la obra se percibe con claridad: manifestar la lectura hermenéutica de la tradición católica. Se trata de una profundización sistemática de la opción teológica que había guiado la redacción de Celui qui vient d’ailleurs, l’Innocent. Una profundización que permita descubrir la bondad de la lectura eclesial de la Escritura a la luz de la estructura del testimonio trinitario.
La importancia de este “manifiesto teológico” fue inmediatamente percibida. Prueba de ello son la recensión de Henri De Lubac y el interés personal que Hans Urs von Balthasar se tomó por su traducción inmediata al alemán.
En septiembre de 1975 aparece el primer número de la edición francesa de Communio, de la que es miembro fundador y en cuya redacción participa desde el inicio.
La última gran publicacion de Le Guillou recoge el trabajo realizado en un seminario sobre la experiencia del Espíritu Santo en Oriente y en Occidente, en el ámbito del Institut Catholique. Se trata de Les Témoins sont parmi nous. L’expérience de Dieu dans l’Esprit-Saint, publicada sólo en 1976 a causa de la enfermedad que contrajo nuestro autor. Esta obra de Le Guillou, que no ha querido ser un tratado sobre el Espíritu Santo (texto que tenía la intención de redactar, pero que no llegó a escribir debido a la enfermedad), constituye la coronación de la trilogía compuesta por ella, por L’Innocent y Le mystère du Père. Tras haber expuesto el principio hermenéutico de la tradición católica, cuyo núcleo es el misterio pascual, en este tercer volumen nuestro autor muestra cómo la confesión apostólica se convierte en vida de la Iglesia, en experiencia eclesial del Espíritu que introduce en la comunión del Hijo con el Padre.

Últimos años (1980-1990)
La madurez de síntesis teológica que ha alcanzado Le Guillou en estos años no es ajena a la grave enfermedad que le aqueja. A partir de 1974, en efecto, nuestro autor se ve afectado por el mal de Parkinson. En ese momento cuenta con 54 años: su producción teológica se ve, por tanto, truncada por la enfermedad.
Pese a todo no abandona el trabajo. Entre sus últimas publicaciones cabe destacar el dossier sobre la condena de Lamennais, publicado en colaboración con su hermano Louis.
Los últimos años de la vida del padre Le Guillou no se comprenden al margen de su relación con la Congregación de las Benedictinas del Sacré Cœur de Montmartre. Contribuye a la redacción de sus constituciones y a la cura espiritual de las religiosas. Con permiso de sus superiores, se retira a Blaru (Yvelines), en el Priorato de Béthanie, donde pasará los últimos once años de su vida, acompañado en su enfermedad por las benedictinas y desarrollando una intensa vida de apostolado entre sus numerosos visitantes, a través de homilías, retiros y conferencias.
El 25 de enero de 1990, en los últimos minutos de la fiesta de la conversión de san Pablo, entrega su alma a Dios.
Desde entonces se mantiene viva la memoria del padre Le Guillou. Desde esta fecha, además de la celebración de una serie de coloquios sobre su vida y sus escritos, han visto la luz algunas publicaciones que recogen textos inéditos o reediciones de escritos publicados en vida del padre Le Guillou.